Los agricultores protegen sus plantaciones ante una posible llegada de heladas a lo largo de este mes de febrero y con la floración ya iniciada

Pretenden controlar la temperatura para evitar pérdidas.

Encumbrando el mes de enero, la floración en los campos de Cieza es ya un hecho. Los colores comienzan a adornar el paisaje en la Vega Alta mientras el miedo a las temidas heladas se adueña de los agricultores. No hay ningún sistema que pueda preservar totalmente a los árboles del frío, pero sí para amortiguar los efectos del hielo y por eso los productores ya se han puesto en marcha.

Esperanza Ramírez es vicepresidenta de Coag Iniciativa Rural en Cieza y responsable del área de fruta de hueso de esta organización a nivel regional y estos días, en su finca del paraje ciezano de Las Ramblas pueden verse las grandes estufas que se encuentran dispuestas para encenderlas en caso de que el termómetro descienda de los cero grados centígrados en algún momento de este mes de febrero.

«Lo que tenemos que hacer es proporcionarle calor a los árboles. Por un lado tenemos los botes de parafina, que tienen una duración media de unas siete horas», señala Ramírez, que además subraya que «el coste es muy elevado, puesto que cada dos metros cuadrados debemos instalar uno de estos botes».

Otro de los métodos que se está extendiendo es la utilización de estufas «con lo cual controlamos la cantidad de calor que queremos proporcionar», dice la responsable de Coag. «Es un sistema muy bueno, quizás el mejor, puesto que nosotros controlamos en cada momento el calor que queremos proporcionar según la temperatura que haga en tiempo real, por lo que gastamos más o menos gasoil».

El método que no termina de cuajar por sus altos costes es el de la instalación de aspersores. «Sabemos que funciona aunque siempre que el termómetro no baje más de tres o cuatro grados, pero hay que tener en cuenta que se gasta muchísima agua, ya que tenemos los grifos abiertos muchas horas y consumimos nuestras acciones de agua», explica Pascual Morcillo, quien matiza que «a estos nuevos sistemas se suma el de toda la vida, basado en la quema de alpacas de paja, aunque desgraciadamente, cada vez tenemos más limitado su uso por motivos de contaminación».

A pesar de todos estos artilugios, los agricultores ven un horizonte muy negro. «El sector va a la baja, puesto que son muchos los problemas que nos acechan constantemente», señala Pascual Morcillo, autónomo y cosechero. «Aquí lo único que nos puede salvar son los seguros agrarios, que lamentablemente no están a la altura. Estamos indefensos, porque de cada 20 hectáreas que producimos, solo nos dejan asegurar 1.000 kilos de producción», añade.

Información: La Opinión de Murcia

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