La leyenda de la flor de melocotón
Cuenta la leyenda que hace muchos años vivía una hermosa joven en una remota aldea
de Vietnan, la joven era muy bonita y además era una bordadora primorosa. Muchos hombres ricos la pretendían como esposa, pero ella los rechazaba a todos. La muchacha siempre decía:

– “Sólo me casaré con el hombre que pueda tejer diez metros de seda sin uniones y teñir los hilos de rosca de un rosa que no se decolore.”
No muy lejos de su aldea vivía un joven tejedor. Un día, una pájaro se enredó en su telar rompiéndose un ala. El muchacho cuido del ave hasta que esta recobro su salud, el pájaro en agradecimiento por ello nunca se marchó de su lado y desde ese día siempre estaban juntos, el joven vivía solo desde la muerte de sus padres y el pájaro era su única compañía. Su madre unos días antes de morir había plantado un hermoso árbol en el patio de su casa. Un día, el pájaro le dijo al joven:
– “No muy lejos de aquí vive una muchacha hermosísima. Es una hábil bordadora, y ha dicho que se casará con el hombre que pueda tejer diez metros de seda sin costuras y que tiña el hilo de rosca en un color rosa que no se decolore jamás”.
El muchacho eligió sus mejores hilos de seda y comenzó a tejer. Para él, tejer diez metros de seda sin costuras no era problema, pero ¿cómo iba a teñir la seda de un color
rosa que no se desluciese jamás?. Afortunadamente, el pájaro tenía la solución. Una mañana muy temprano llevó al joven ante un hada que vivía en las montañas. Ésta era también una buena bordadora y, después de escuchar la historia de boca del joven, prometió ayudarle.

– “Todos los colores palidecen con el tiempo, el único tinte que no pierde color es la sangre. Debes pincharte los dedos y recoger la sangre, después úsala para teñir la seda”, dijo el Hada.
El joven siguió las instrucciones del hada pero, después de siete días, había perdido tanta sangre que apenas podía tenerse en pie. El pájaro le ayudaba, trayéndole alimentos y hierbas medicinales para curar sus heridas. Por fin tras diez largos días de sufrimiento, los hilos de rosca estuvieron teñidos con un hermoso tono rosa envueltos en un precioso paño.

Uno de estos pretendientes enojado fue a ver al rey, un anciano que, debido a su miedo irracional al fuego, nunca había salido de su palacio. A pesar de su avanzada edad, el
anciano rey disfrutaba de la compañía de hermosas y jóvenes muchachas. Al escuchar la historia de la bella tejedora, el rey ordenó que fuese conducida ante su presencia. La feliz pareja, entre tanto, no era consciente del peligro que se cernía sobre ellos. Cierto día mientras la muchacha estaba ocupada en bordar una camisa de seda, su marido le confesó como había teñido los hilos de aquel color rosa, entonces ella emocionada bordó unas flores en la camisa con cinco pétalos como símbolo de amor a su marido. La camisa era tan hermosa que la gente acudía desde aldeas lejanas para admirarla.

De repente una mañana aparecieron los soldados del rey, apresaron al tejedor y se llevaron a la muchacha por la fuerza, el pájaro intentó ayudarles, pero fue herido de muerte por la lanza de un soldado. El viaje hasta el palacio real era largo y cuanto más se alejaba de su hogar, más desesperada estaba la muchacha. Rasgó las flores bordadas de su camisa y las lanzó al viento y e imploró una petición:
– “Por favor lleva estas flores a mi amor”.
El viento cumplió su petición y llevó las flores bordadas hasta donde estaba su esposo.
Cuando por fin el tejedor llegó a la casa, se sorprendió al ver el árbol que su madre había plantado cubierto de flores rosas. La muchacha incapaz de soportar vivir con un rey viejo y se quitó la vida ahorcándose con su camisa de seda. Cuando los soldados llegaron al palacio, fueron convocados ante el rey y explicaron que la muchacha, echando de menos a su marido, se había matado. El rey al escuchar esto se encolerizó tanto que ordenó a sus hombres volver para encarcelar al tejedor.

A la mañana siguiente el tejedor volvió junto al árbol y escuchó un susurro en el viento:
– “Amor mío, debo ocultar las flores antes de que los soldados del rey las destruyan, tienes que marcharte, huye lejos de aquí”.
Nada más escuchar las palabras soplo un fuerte viento que cambio el color de las flores y estas se marchitaron. El muchacho decidió ir a la capital, porque todavía esperaba encontrar a su esposa, pero antes fue a visitar al hada, ésta le dijo:
– “Si quieres ver a tu esposa debes matar al malvado rey pero para tener éxito necesitarás la ayuda del pequeño pájaro”.
– “Pero el pájaro está muerto, no puedo devolverle la vida”.
El hada le respondió:
– “Entierra el cuerpo del ave bajo el árbol que tu madre plantó y cuando llegue la primavera y se levanten los muertos, el pajarillo volverá a la vida”.
El tejedor siguió sus instrucciones y, a la primavera siguiente, unos pequeños brotes rosados aparecieron en el árbol. Días más tarde, el pájaro apareció. Los dos juntos reemprendieron viaje hacia la capital, el tejedor iba disfrazado como vendedor de carbón y llevaba un ramillete de flores rosadas en su mano. Cuando llego a la corte, se acercó a un guardia y solicitó permiso para presentar al rey las flores. El rey ordenó al extranjero que se acercase y se agachó para admirar la frescura de las flores, en ese instante la rama estalló en llamas. El fuego quemo la barba del rey y las llamas se extendieron rápidamente por sus trajes hasta abrasarlo. El astuto tejedor había colocado un pedazo de carbón encendido en el ramillete y, al acercarse el rey, había soplado sobre las ascuas, provocando un pequeño fuego que rápidamente prendió las ropas del rey.

Leyenda vietnamita.
Fuente: En clave de niños